Paseo-encuentro-comun-union

Vaya por delante que esta entrada no es más mía que de Riven. Me encantan los textos como el suyo «El universo contemplandose a si mismo» en los que se comparten los momentos en los que la esencia del ser humano esta tan cerca de su origen que raspa al rozar con el viento.

Gracias Riven. Va por ti, para ti y para los que como tu disfrutan de ser.

Después de chuzarme con una buena dosis de cerveza y Loquillo en directo necesitaba sacudirme las telarañas así que he cogido mi supercámara, regalada por un periódico hace ya algunos años, y he salido al sol de la tarde (el muy… me ha dado un latigazo en los ojos bastante doloroso… como un azote a un niño malo).

Cuando me he sobrepuesto a la regañina he cogido un diente de león de mi jardín-selva y lo he soplado. No se muy bien donde nace el placer de hacer esto, pero nace… ¡que carajo si nace!… y yo lo disfruto cada vez que lo hago. Es por esto que las primeras fotos que he hecho han sido al «bosquecillo» de dientes de león de mi jardín-selva.

Sinceramente, la tentación de quedarme en una silla tomando el sol (y algo más) ha sido grande, pero una vez que he desincrustado mi trasero del sofá no es plan de volver a colocarlo en una silla de jardín así que he arrancado y me he subido a la pedriza.

Mi intención era coger la pista principal que sale del final de aparcamiento, pero al pasar por una caidilla de agua a ras de suelo me ha dado por seguirla monte arriba a ver que encontraba, y lo que encontré fue a una amiguita que tras mirarme con cara de «¿que narices estas tu cotilleando?» y sacarme la lengua ha echado a volar.¡La muy descarada!.

Y así, entre encuentros breves y unos jadeos que evidencian de forma preocupante mi bajo estado de forma he ido subiendo, subiendo hasta que no he tenido mas remedio que ceder a mi sobrepeso y sentarme a recoger algo de la respiración que había ido perdiendo en la subida mientras saltaba charquitos y me mojaba los zapatos.

Cuando por fin mi aliento ha llegado hasta la piedra en la que yo, paciente, le estaba esperando he cogido mi sombra a cuestas y he seguido subiendo un poco mas. Y por fin he llegado a ese lugar al que siempre, cuando llegas, sientes que tu paseo estaba hecho para estar ahí.
Montones de troncos cortados se apilaban formando empalizadas impenetrables (he de reconocer que me he dejado llevar un poco por la imaginación, jejeje), y enseguida he tenido la visión de mis hijos trepando por ellos y yo, desde abajo, pidiéndoles que tuvieran cuidadin (y es que cuando yo hacia el cabra de pequeño no veía el peligro, pero ahora…).

Os soy sincero, en ese valle abierto, rodeado por montañas, verde, exuberante, lleno de vida… he respirado de verdad. Me devuelve un pedacito de vida cada rincón que descubro en este entorno y un pensamiento me acude recurrente una y otra vez. ¿La gente es consciente de que esto es Madrid?. ¿Sabe (o quiere saber) que a menos de una hora de la esclavitud del asfalto, los semáforos, las obras y los tubos de escape existe una pequeña porción de lo que debería ser normal y no lo es?. Y me sale el rasgo egoísta por sobreprotector; y pienso que mejor que no decidan venir porque las visitas domingueras ya valen como botón de muestra de lo que seria una invasión a gran escala de urbanitas acostumbrados a no mirar por donde pisan ya que en el hormigón no crece nada que pisar… ¿como convencerles de que la naturaleza no contrata barrenderos para recoger los residuos del suelo?.
Y ya aqui, me he dejado llevar por otro pequeño vicio confesable: cuando veo un tronco caido no puedo abstraerme al placer de sentarme a contemplar sus lineas de la vida y fantasear con lo que habra visto en esos largos años antes de caer. Nieves, vientos, estaciones, nidos, nacimientos, vida, vida, vida… ¡Que envidia!. Y todo eso sin tener que moverse del sitio. ¿No es genial?, cuanta plenitud en la vida de un arbol, de un ser al que los estimulos le vienen porque el no puede ir a buscarlos.¿No deberiamos plantearnos algo respecto a la eterna pregunta sobre el sentido de la vida reflexionando sobre esto?. Yo lo hago.

«¡Jo!, como me duelen los pies. Y encima he perdido el hilillo de agua que seguia monte arriba… pues mira, me bajo al rio y me refresco los pies en la cascada pequeña». Y pensado y hecho. tres kilometros, más o menos, mas abajo y un senderillo pedregoso despues ahi me teneis, sintiendome como el roto de mi pantalon, pero mas feliz que
una perdiz porque el agua me estaba cargando de nuevo las pilas (Y en la foto dejo testimonio de ello)..
Bue, deberiais ver este rinconcito. Entre diario esta casi vacio y os aseguro que no escuchareis ni un solo RUIDO, tan solo el sonido de la conversacion perenne entre el agua y la piedra, sus murmullos complices cuando la una se desliza sobre la otra, las carcajadas cuando despues de una caida al vacio se rompe la espuma contra el aire… Es uno de los lugares mas comunes de este recorrido, pero uno de los mas bellos tambien. Y como es uno de mis favoritos y siempre que vengo a el me engorilo con la camara y me lio a hacer fotos como un «sinsentio» pues terminare aqui el relato del paseo y os dejare con una pequeña muestra de fotos de él.

Un abrazo a tod@s

Wolfman